Retazos del traje nuevo del rey ardiendo en la chimenea.
El fuego encoge. Entonces encorva.
Escombros de nuestro Partenón nivelando la cama.
Un león a la izquierda de la piecera (arrulla), y un cristiano a la derecha de la cabecera (zumba).
El clavo sa(n)grado que sostiene el espejo se empieza a vencer.
Hay que comenzar a mirarnos de lado. Más no dejemos de caminar erguidos.
Un odio cimarrón, que todavía reconoce el terreno, extraña sus astas.
La sensación sube lento, la herradura comienza a picar… niño con muñón nuevo.
A lo lejos escucha a la muerte revolcándose en su tumba.
Como siempre… acompañada y sin fobia a los espacios abiertos.
Un ofrecimiento para uno solo, pero pensando en el otro.
Para mí, tácito; para ti implícito.
Destruí tu diván para tapiar la vacante que dejaron mis vísceras.
Favor de dibujar en la tapicería los órganos en escala de 1 a 10… con pincel fino y en tonalidades plata.
Con un buen pulso creas el universo.
Más no es el caso. Holocausto a primera hora: confirmar asistencia.
Es terrible destruir algo bello en aras de la comodidad.
Premeditación, alevosía y ¡ventaja!
Esta temporada la castidad viene en rojo, delgada y sin hebilla.
Aprieta donde ya no se necesita, y deforma lo presentable.
¡Alea jacta est!
Si siempre favorece… traiciona.
Si nos defrauda todo el tiempo… convida.
A explicación no pedida…
Renglón seguido.
Jeget den Enkelte.
Jeget den Enkelte.
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