martes, 7 de septiembre de 2010

Empapa tu vestido y envíamelo a West Memphis.

I´m not blind/ I can see it coming/ Looks like lightning/ In my child´s eye//

Army Reserve. Pearl Jam

(letra en coautoría de Eddie Vedder y Damien Echols)

No es un secreto. Es algo conocido por todos. Desde inicios-mediados de los 90´s los integrantes de Pearl Jam han hecho público su apego a distintas causas sociales. Cuando estaban en el pináculo de su éxito —no es que ahora no sean exitosos, pero en los 90´s gozaban de ese prestigio que sólo da el ser una de “las bandas del momento” — iniciaron una batalla legal contra Ticketmaster para que los boletos de sus conciertos se vendieran a un precio razonable. Además de la gran cantidad de conciertos benéficos, a favor de distintas causas, y de sus muchas alusiones a favor de la libertad del Tibet, los de Pearl Jam se inmiscuyeron en las campañas presidenciales que hicieron frente al gobierno de George W. Bush (la de John Kerry y posteriormente la de Barack Obama). En el plano estrictamente musical podemos traer a colación canciones como Bu$hleaguer del Riot Act: “Hes not a leader, hes a Texas leaguer…” la clásica Jeremy del Ten o la oscura Rival del Binaural.

                                                 
Por eso no es de extrañarse ver a Eddie Vedder en el programa de Larry King hablando sobre la necesidad de un nuevo juicio para los llamados “West Memphis Three”. Este nombre se le atribuye a los tres jóvenes ( Jessie Misskelley, Damien Echols y Jason Baldwin) que en mayo de 1993 fueron acusados de matar a los niños, de tan solo ocho años de edad, Steve Branch, Christopher Byers y Michael Moore. Los asesinatos fueron cometidos brutalmente, los cadáveres de los niños presentaron puñaladas, golpes, mutilaciones, castraciones, etc… Es por todo esto que el caso dio y sigue dando mucho de que hablar, sobre todo por que la manera en que se llevo a cabo la investigación policiaca. Los oficiales de West Memphis basaron su caso en argumentos como el gusto por el rock, la literatura de terror, y las vestimentas negras de Damien Echols (el supuesto líder), para crear alrededor de él una historia de ritos satánicos y asesinatos de niños dentro de los bosques de la localidad. No hubo un control adecuado de pruebas, ni de las escenas de los crímenes, además de darle mucho peso a declaraciones ambiguas. A pesar de estas deficiencias el veredicto (que aun hoy en día está en marcha) fue la pena de muerte para Echols (en aquel entonces de 16 años), y cadena perpetua sin derecho a fianza para los otros dos involucrados: Misskelley (17 años) y Baldwin (16 años). En un principio Misskelley se declaró culpable de los asesinatos y además involucró a los otros dos adolescentes; la defensa de los “West Memphis Three” ha dicho que la confesión de Misskelley fue forzada por la intimidación policiaca y apoyada en el bajo perfil y poco carácter del muchacho. Pero el daño ya estaba hecho. Exceptuando aquella confesión de Misskelley, aquellos tres muchachos, ahora ya adultos, siempre han proclamado su inocencia, y ahora con los adelantos en las ciencias forenses piden la reapertura y posterior revisión de su juicio y entonces, su posible exoneración. Así lo hacen saber en su página oficial.

http://www.wm3.org/

                                                                   

Sobre este caso se filmó el documental “Paradise Lost. The child murders at Robin Hood Hills” el cual sirvió para que varios artistas como Johnny Deep, Henry Rollins, Jello Biafra, Natalie Maine de las Dixie Chicks y Eddie Vedder de Pearl Jam, entre otros se unieran a la causa; tanto la cantante de las Dixie Chicks como la voz de Pearl Jam aparecieron la semana pasada en el show de Larry King hablando sobre un concierto a favor de los “West Memphis Three”. Eddie Vedder habló de cómo “estaba 100% seguro de su inocencia” además de que dijo entender, y sentir el pesar de las familias de los niños asesinados, las principales victimas de todo este embrollo. Pero es precisamente por la memoria de esos pobre niños y por la paz de sus familias que el caso debe ser debidamente aclarado. A grandes rasgos esa era la postura de Vedder, Maine y los otros invitados de Larry King.

Sin lugar a dudas el caso de estos tres hombres —de los “West Memphis Three”— es sumamente trágico por donde quiera que se le mire. Aquí toda arista resulta filosa. Si la mirada la enfocamos a los tres pobres niños asesinados, entonces la ira nos toma por lo hombros y nos recuerda cuan atroz es mancillar y cortar de tajo la etapa más feliz de los seres humanos. Atentar contra la infancia es atentar contra la felicidad en su estado más puro. Pareciera que la felicidad es retrógrada.

Pero si nos calzamos los zapatos de la Comunidad de Memphis, Arkansas, entonces la sed de sangre nos corroe la garganta. Nos perdemos en la justicia ciega de la multitud; ahogarse en la muchedumbre, en verdad es, perder la conciencia, la conciencia de sí. Ahí donde todos somos uno mismo, y uno mismo es ese todos. Desde la perspectiva que nos otorga nuestra situación cronológica y demográfica, podemos condenar a la comunidad de Memphis por la histeria colectiva y la cacería de brujas que aprobó. Eso es fácil; lo difícil es aceptar que muchos habríamos hecho lo mismo. ¿Cómo reaccionaríamos ante tres infantiles cadáveres? ¿En verdad seríamos capaces de desde un inicio zafarnos de la lógica de la multitud?

                                                                  

En el 2004 la Editorial Arlequin puso a la venta un libro que en su portada trae un fotograma del Nosferatu de F.W. Marnau. El titulo: En el principio fue la sangre. El autor: José Luis Zárate. Entre la serie de ensayos que dan cuerpo al libro remitámonos al que lleva por nombre La multitud.

Uno sabe que la multitud no piensa. La velocidad con la que se reúne no sigue ninguna pausa lógica, sólo la de la curiosidad. Nadie puede estar aislado en la ciudad. O tal vez sí, tal vez se pueda estar solo del peor modo posible: ahí, sin nadie y rodeado de gente. Rostros que únicamente quieren ver sangre, enterarse de cuántos han muerto, admirar el monto de los daños. No es posible pedirle comprensión a la multitud, ni una gota de piedad. La multitud es egoísta. (Pág. 58)

Tomemos prestada un poco de la humildad de Luis Zárate cuando dice:

También he sido ojos atentos, y aspirado el aroma del desastre como un perfume. No hay justificante. No hay motivos. Simplemente la multitud soy yo. Ustedes. (Ibídem.)

Un bosque, un riachuelo, y en él unas ramas, unas rocas y tres cuerpos; la sangre inunda nuestro rostro y anega nuestro espíritu racional. A lo lejos tres sospechosos… ¿nuestro primer impulso? ¿nuestra primera impresión? Un anuncio comercial rezaba que La primera impresión jamás se olvida, quizás por espacio de tiempo omitieron la parte que dice: y jamás se razona.

Pero hay otros actores que no podemos dejar de lado: los sospechosos. No soy nadie para llamarlos culpables o asesinos. Aquí a miles de kilómetros, a millares de rostros, y a un océano de desconocimiento de distancia, les puedo otorgar el beneficio de la duda. Jessie Misskelley, Damien Echols y Jason Baldwin son sospechosos. Si nuestra atención se centra en ellos, la cosa no mejora. Tres individuos que los últimos 17 años han vivido en la cárcel, dos de ellos con la cárcel como única garantía en su horizonte, el otro con una tumba graduada como meta. Tres adolescentes que dieron el paso a la edad adulta entre las rejas y nadando contra corriente. No ha de ser cosa sencilla, ni mucho menos agradable tener la puerta de tu celda rotulada con el slogan de “satánico asesino de niños”. Al interior enemigos perfectamente numerados, en el exterior el enemigo innúmerado (y este es el más peligroso).



Pero Eddie Vedder y Natalie Maine no fueron los únicos invitados que Larry King tuvo aquella noche. Además de los dos cantantes estaban presentes Dennis Riordan, el abogado defensor de Damien Echols, y la principal promotora de la libertad de los West Memphis Three, Lorri Davis. Durante la emisión Larry King preguntó a los invitados como es que se habían involucrado con la causa. Tanto Vedder como Maine dijeron que fue a partir de que vieron el documental de Paradise Lost, cuando se comenzaron a informar sobre el caso. Así transcurrió la conversación hasta que salió a la luz la cuestión de que Lorri Davis estaba casada con Damien Echols. Al parecer ella se interesó en el caso y comenzó a escribirle a Echols. De la relación epistolar nació una gran empatía que siguió con encuentros personales (creo que dijo mensuales) en la cárcel donde están presos los West Memphis Three, y que después de eso la relación tomo tal fuerza que terminó casándose con Echols. Vaya historia. La propia Lorri Davis dijo que “se llevan mejor que muchas parejas que conviven personalmente”.

A pregunta expresa de Larry King: ¿En Arkansas no se permiten visitas conyugales, verdad? Lorri Davis contestó entre sonriendo y apenada: “No”.

Esa sí que es una relación comprometida.

Echols pelea por su libertad, y dentro de esa libertad está incluida la posibilidad de convivir íntimamente con su comprometida esposa. Mientras esto no pase Damien Echols me hace recordar la desesperación que emana de la letra de Cactus.

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David Bowie abrió el tan mentado (y desilusionante) nuevo milenio con una nueva proclama. Si antes fue conocido como Ziggy Stardust o el Delgado Duque Blanco, en el 2001 se reconoció un pagano (heathen). Después de un disco tan bueno (a mí me lo parece) como lo fue el Hours del 99, Bowie decidió no desviar tanto el camino (algo que tampoco es ajeno a su costumbre). Si en Hours la intimidad de rolas como Seven o Tuesday´s Child eran pasadas por un fino filtro electrónico —a veces rockero como en The pretty things are going to hell—, en Heathen del 2001 se sigue esa misma regla, aunque más amplificada. La veta electrónica cobra mucho más peso en Heathen. Con voces arropadas por una gran cantidad de efectos (vocoder, loops, ecos…) y letras que descansan en medio de una red de sonidos electrónicos —la mayor parte de ellos con tintes etéreos— Heathen se presenta como un disco difícil de digerir, elegante sí, pero de difícil acceso. No es una producción de primera escucha; no se te pega a la primera. Canciones como Slow Burn (sencillo del disco), I took a trip on a gemini spaceship (firmada a nombre de un legendary stardust cowboy) o 5:15 the angels have gone dan muestra de esa genial amalgama de rock/pop/glam/electrónica que quedó asentada en Heathen. Es por esto mismo que resulta curiosa la inclusión de dos covers de artistas que podríamos considerar totalmente ajenos al sonido del disco: Neil Young y los Pixies. Bowie toma prestada I´ve been waiting for you de Neil Young y la convierte en la canción más guitarrera del disco, se podría decir la más "tradicional" del álbum. La guitarra está en primer plano, la línea del bajo es notoria y el ritmo de la batería es sumamente marcado. La voz de Bowie no presenta muchos arreglos, salvo unos pocos efectos de eco, pero suena nítida y bien entonada.

Por otro lado tenemos el arreglo que Bowie le hizo a la canción Cactus de los Pixies. En el Surfer Rosa de los Pixies, Cactus se presenta como una canción oscuramente sucia, y esto se debe al sonido sucio que marca todo el disco: Guitarras distorsionadas, voces chillonas, gritos en español y letras románticamente mórbidas como la de Cactus. David Bowie tomó esta canción y le dio un giro bastante interesante. Si en la mano de los Pixies la canción es pervertida, en la visión y mando de Bowie se torna pop. Bowie salva la melodía de la canción con un tímido rasgueo de guitarra, y la reviste con el grueso sonido del bajo, además de incluir una serie de doblajes a su voz a manera de coro. El resultado total es una muy buena canción pop-rock que habla sobre los ardientes deseos de un convicto, quien anhela tener en su celda algo personal, algo vivo de su amada. ¿Y qué cosa más personal, más viva que un vestido ensangrentado?

Artista: David Bowie.

Disco: Heathen.

Canción: Cactus

Duración: 2:55.

Cactus.

Sentado aquí en un piso de cemento/

Deseando solamente tener algo que tú hayas vestido//



Lo saco cuando estoy solitario/

¿Te quitaras tu vestido y me lo mandaras?//



Extraño tu besuqueo y extraño tu cabeza/

Y una carta con tu propia letra no significa que no estés muerta/

Corre en la intemperie, en el calor del desierto/

Haz que tu vestido se empape y envíamelo//



Extraño tu sopa y extraño tu pan/

Y una carta con tu propia letra no significa que no estés muerta/

Entonces derrama tu desayuno y chorrea tu vino/

Solo usa esa vestido cuando estés moribunda//



Ensangrenta tus manos en un cactus/

Pásala por tu vestido y envíamelo/

Sentado aquí deseando en un piso de cemento/

Deseando solamente tener algo que tú hayas vestido//

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En tiempos de encarcelamiento...
Love is in the air … ¿in the air?... ¡No¡

¡Love is in the BLOOD¡