sábado, 1 de enero de 2011

Manualidad de Jeget # 2: El erótico Bataille. Una raquítica introducción.

Puede decirse del erotismo que es
la aprobación de la vida hasta en la muerte.
Georges Bataille.
Introducción.
En la filosofía hay duplas por las cuales se han derramado océanos de tinta: fe y razón, mente y cuerpo, verdad y falsedad, materia y espíritu, etc… una más, sin lugar a dudas, sería la de sexo y religión. En el pensar común de nuestros días, no hay nada más contrapuesto que la sexualidad y la religiosidad. Nos han inculcado que son dos tópicos totalmente opuestos, son las antípodas de la vida del hombre y cada cual tiene su respectivo lugar: la santa se exhibe en la iglesia y la madame en el burdel.  Pero… si no fuera así, si alguien llegara con una propuesta de pensamiento, en la cual lo sexual encontrara cabida dentro de lo religioso y viceversa. Si apareciera una persona que nos diera santo y seña de la localización del terregoso cruce de caminos de lo sexual y lo religioso —una suerte de Robert Johnson del erotismo; igual de enigmático que el mítico blusero— ¿le pondríamos atención?... Quizás aun no sea demasiado tarde.
Si bien la persona, Georges Bataille  (Billom, 10 de septiembre de 1897- París, 9 de julio de 1962), ya murió, aún nos quedan sus textos, su reflexión sigue ahí, como una invitación abierta a ver desde otra perspectiva la sexualidad humana, o mejor dicho el erotismo. Porque el erotismo es la bestialidad sexual, es lo genital, pasado por el tamiz de la cultura, de lo humano. Sólo los seres humanos creamos, percibimos y caemos ante el embrujo del erotismo. Además, lo sexual es algo que siempre ha movido la vida de los seres humanos. El sexo y su prohibición, omisión o aceptación han acarreado revueltas, revoluciones y nuevas formas de convivencia dentro de la sociedad. Entonces al ser el erotismo una faceta primordial de algo tan importante como la sexualidad humana; llegar a comprenderlo es lograr un acercamiento importante al ser humano y a las distintas relaciones que entabla con su entorno. Para lograr dicho acercamiento al erotismo, hay que voltear la mirada hacia aquellos pensadores que han reflexionado sobre ese tema, y uno de ellos fue el francés Georges Bataille. Que este pequeño trabajo sirva como una introducción —muy sumaria— a la obra de este enigmático pensador.
Jeget den Enkelte.



   I.En el inicio fue la muerte… ajena.
 El pensamiento de Georges Bataille se desarrolla de la siguiente manera: comienza con la muerte ajena, avanza por el erotismo y llega a la pequeña muerte. El punto de partida de Georges Bataille es la muerte y lo que ésta acarrea en la existencia humana. Así lo hace ver  en La enseñanza de la muerte, uno de los textos inéditos recopilados en La oscuridad no miente (2001).

La muerte nada enseña, ya que al morir perdemos el beneficio de la enseñanza que podría darnos. Es verdad; reflexionamos acerca de la muerte de los otros. Trasladamos hasta nosotros la impresión que nos causa la muerte de los otros. Nos imaginamos a menudo en la situación de aquellos que vemos morir, pero justamente sólo podemos hacerlo a condición de vivir. (Bataille,2001 b: 97)

Lo que el pensador francés nos dice en esta cita, es que la muerte sólo puede ser entendida de manera plena cuando estamos muertos, y esto, como se habrá adelantado con suma perspicacia, no nos sirve de nada. Pero la imposibilidad de conocer personalmente a la muerte, no logra hacer que el hombre renuncie a sus dudas sobre este tema. La muerte está presente, primero, como hecho fáctico en el ahora y la otredad: las personas mueren. Después la muerte está presente como la única garantía de la vida humana en el porvenir y en la subjetividad: voy a morir. En la reflexión de Georges Bataille  la muerte inunda la vida humana con su omnipresente y densa sombra.
Esta incomprensión total (muerte propia) o esta comprensión parcial (muerte ajena) de la muerte, lleva al hombre a sentir cierta nostalgia, pero aquí bien cabe preguntarnos dos cosas: ¿nostalgia de qué? y ¿esa nostalgia de dónde nos viene?;  dos preguntas totalmente válidas y centradas en la temática que aborda Bataille.  El autor de El erotismo lo sabe, y por ello da respuesta a cada una de esas interrogantes.
 A la pregunta: ante la muerte ¿de qué siente nostalgia el hombre? Bataille responde que la muerte de los demás  despierta en el hombre la nostalgia por la continuidad perdida. A la segunda pregunta: esa nostalgia del hombre ¿de dónde le viene? Bataille responde que esa nostalgia, el hombre la arrastra como un pesado fardo que le heredó su  génesis, su forma de venir al mundo: su natalicio. Aclaremos esto.

II. Continuidad y discontinuidad.
En su libro El erotismo (1997) Georges Bataille comienza por hacer la diferencia entre los conceptos de continuidad y discontinuidad. Dichos conceptos son piezas claves en el desarrollo de su reflexión acerca del erotismo. Lo que Bataille dice sobre estos dos conceptos es que, cuando el hombre (en tanto que especie y no en referencia a su sexo) nace, lo hace de manera radicalmente personal, esto es, que con cada nacimiento, un nuevo ente (o “ser” con minúsculas y en el sentido coloquial del término, porque “Ser” filosóficamente hablando es algo muy distinto, como ser podrá ver más adelante) ha venido al mundo. Las cosas se aclaran más con ejemplos: Al momento de dar a luz, cuando al recién nacido le cortan el cordón umbilical, en verdad le están cortando el último lazo que lo unía con otro ente, con su madre. Pero no se crea que Bataille está hablando de una separación física o anatómica, no. Bataille habla de algo más profundo, algo que igual incluye tanto lo biológico como lo jurídico, lo social y lo sentimental, pero que supera con creces la fuerza y el peso de la unión de todos estos aspectos: Georges Bataille habla de una separación ontológica. Más allá de las relaciones sanguíneas, jurídicas y sentimentales que podamos sacar a colación; entre el recién nacido y la madre en verdad hay un abismo ontológico (relativo al Ser, ahora sí con mayúsculas y en sentido filosófico), son dos vidas completamente separadas. Ni el hijo es la madre, ni la madre es el hijo. Somos, todos, totalmente distintos los unos de los otros. Mí vida es mí vida, así como la vida de los otros es exactamente eso, la vida de cada uno de los otros. En palabras llanas Yo soy yo y Tú eres tú. Bataille dice lo anterior con palabras más elegantes y concisas:

La reproducción pone en juego seres discontinuos. Entre un ser y otro hay un abismo, hay una discontinuidad. (Bataille, 1997:25)

Pero si estamos hablando de quiebre, de sesgo, de ruptura... entonces quiere decir que antes de eso, había algo que se mantenía completo. Sólo se puede romper algo que es mayor a las partes que lo forman. Entra en escena la continuidad ontológica de Georges Bataille.
Para este pensador francés la reproducción y el natalicio dan como resultado seres discontinuos, pero la muerte se encarga de unificarlos de nuevo en el Ser originario, porque en el principio había un Ser continuo.  Es a razón de esta continuidad perdida que al hombre que presencia la muerte de un tercero le nace la nostalgia por volver al Ser inicial. Ante la muerte el hombre se traga un suspiro. El sujeto discontinuo anhela la continuidad. En las primeras páginas de El erotismo Georges Bataille dice:

Este abismo, en cierto sentido, es la muerte y la muerte es vertiginosa, es fascinante. Intentare ahora mostrar que, para nosotros que somos seres discontinuos, la muerte tiene el sentido de la continuidad del ser; la reproducción conduce a la discontinuidad de los seres, pero pone en juego su continuidad, es decir que está íntimamente ligada a la muerte. (Bataille, 1997:25)

Páginas más adelante amplia su comentario:

En lo fundamental, hay pasos de lo continuo a lo discontinuo, o de lo discontinuo a lo continuo. Somos seres discontinuos, individuos que morimos aisladamente en una aventura ininteligible, pero tenemos la nostalgia de la continuidad perdida. Llevamos mal la situación que nos clava en la individualidad caduca que somos. Al mismo tiempo que tenemos el deseo angustiado de la duración de este caduco, tenemos la obsesión de una continuidad primera, que nos liga generalmente al ser. (Bataille, 1997:28)

A diferencia de otros misterios como son, el mundo, los cielos, la materia etc... La muerte se presenta como un misterio con mucha mayor preponderancia para el hombre, debido a su inherencia en la vida humana: todos nos dirigimos hacia ella; además la muerte —tímida como es— no arroja muchas pistas sobre su verdadera identidad. El hombre siente nostalgia ante la muerte, padece una nostalgia ontológica. Para aliviar, de manera paliativa, este padecimiento el hombre busca atisbos de la muerte, borradores de ella, y uno de estos bosquejos lo encuentra en la actividad sexual humana, en el erotismo. Pero… actividad sexual humana/erotismo ¿por qué la equivalencia de términos?

III. Actividad sexual humana y erotismo.
En la cotidianidad se maneja cierta distinción entre actividad sexual y erotismo. La actividad sexual es entendida como el momento donde el hombre deja ver su animalidad. El coito como resabio de “el animal” que después de fornicar recogerá del buró su atributo de “racional”. En tanto que erotismo es aquello que juguetea con el tabú sexual, un preámbulo de lo genital. Cotidianamente erotismo es lo sexual velado; es erótica la prenda de ropa que cubre los únicos puntos de piel que faltan por desnudar. Lo anterior es en base a la visión cotidiana, pero Bataille no lo ve de esta manera, para él toda actividad sexual humana es erótica.
Para que la sexualidad humana fuera totalmente animal, debería cumplir con dos requisitos: primero, tener como único fin la reproducción de la especie y segundo, estar libre de cualquier rasgo cultural. ¿La sexualidad humana cumple con estos requisitos? NO. Bataille lo hace explicito en su libro El erotismo, de ahí la siguiente cita:

Puede decirse del erotismo que es la aprobación de la vida hasta en la muerte.(...) Si se tratase de definición precisa, habría que partir ciertamente de la actividad sexual de reproducción de la cual el erotismo es común a los animales sexuados y a los hombres, pero aparentemente sólo los hombres han hecho de su actividad sexual una actividad erótica, y lo que la diferencia al erotismo y a la actividad sexual es una investigación o búsqueda psicológica independiente del fin natural dado a la reproducción y en el ansia por tener niños. (Bataille, 1997:23)

Esta postura la vuelve a reafirmar en Las lágrimas de Eros, otra de sus obras donde aborda estos tópicos, y ahí nos dice:

La mera actividad sexual es diferente del erotismo; la primera se da en la vida animal, y tan sólo la vida humana muestra una actividad que determina, tal vez, un aspecto <<diabólico>> al cual conviene la denominación de erotismo. (Bataille, 2007:41)

Para Bataille, el erotismo se funda en lo sexual-genital, sí, pero se distancia de esto por su carácter cultural (humano). La actividad sexual humana es muy ajena a la que practican los animales. La de estos, es una actividad basada en los instintos, sobre todo en el de preservación de la especie. En cambio la actividad sexual humana es guiada no por el instinto sino por aspectos culturales, inherentes en todo hombre; lo sexual en el hombre deviene en lo erótico. El erotismo es la bestialidad sexual, lo genital pasado por el cedazo de la cultura. La sexualidad se transforma en erotismo y rebasa así lo biológico, por esto mismo entra a colación la muerte. Si se deja de lado, en segundo plano, el “ansia por tener niños” entonces se minimiza la reproducción humana (vida) y se deja un espacio libre para que aparezca la muerte. Con lo anterior se aclara el uso de la palabra “diabólico”, Bataille aclara que no debe ser entendida en su acepción cristiana, sino como metáfora de la comunión entre la muerte y el erotismo.


III. Los tres distintos erotismos.
Recapitulemos: el deseo de atisbar la continuidad a través de la relación erotismo-muerte se convierte en la guía de la búsqueda erótica (sexual) del hombre, dicha búsqueda bifurca en tres distintos caminos: el erotismo de los cuerpos, el erotismo de los corazones y el erotismo sagrado. Conceptos que Bataille desarrolla en su libro El erotismo. (Bataille, 1997: 23-40) Aferrándonos al talante introductorio de este trabajo, podemos resumir los distintos tipos de erotismo de la siguiente manera:

Erotismo de los cuerpos: Cínico, siniestro y egoísta. Esto debido a que la nostalgia por la continuidad solo es sanada de manera parcial, paliativa y unilateral. Se preserva en gran medida la discontinuidad de los individuos. No hay compromiso real entre los amantes, no se traspasan los límites de la carne y la pasión sensual. Dice Bataille: Básicamente, la pasión de los amantes prolonga, en el terreno de la simpatía moral, la fusión de los cuerpos entre ellos.
Erotismo de los corazones: [i] La nostalgia por la continuidad encuentra un alivio mayor aquí, ya que en el ser amado se transparenta el ser (Bataille dixit). Pero esto a su vez pone en relieve el gran peligro de perder al amante. La muerte hace aparición debido a la angustia de saberse enganchado a un ser discontinuo. Hay compromiso entre los amantes pero deviene en un nuevo egoísmo, donde cada uno de los amantes quiere al otro solo para sí. El erotismo de los corazones se torna en una relación simbiótica. Bataille resume: Hay un absurdo, una horrible mezcla, en esa apariencia, pero a través del absurdo, de la mezcla, del sufrimiento, una verdad de milagro. Nada en el fondo es ilusorio en la verdad del amor: el ser amado equivale para el amante, para el amante solo, sin duda, pero qué más da, a la verdad del ser.
Erotismo sagrado: [ii] Aquí ya no se habla de amantes o compromiso de seres discontinuos. El erotismo sagrado va mucho más allá.
Como se ha visto, todo erotismo nace de la nostalgia por la continuidad. Pues bien, la muerte ajena es nuestro acceso a la comprensión de la continuidad, aunque hay que advertir que es una comprensión sumamente limitada. Dentro de todas las modalidades de muerte que existen (natural, accidental, suicida, etc...) hay una que lleva la delantera en la carrera por arrojar un poco de luz al tenebroso sendero hacia la continuidad perdida, dicha modalidad es la muerte ritual. Pero a pesar de su estatus preferencial la muerte ritual (sagrada) tiene sus desventajas, y estas tienen que ver con lo inherente inefabilidad de la muerte. Ya que la muerte no nos explica la continuidad, sólo nos la hace manifiesta a través del rito sagrado. Los asistentes a un rito sagrado presencian la muerte o destrucción de una victima u objeto [iii]. Si se fija la atención debida, esta muerte violenta abre en la mente de los espectadores su propia finitud, pone en relieve su discontinuidad.
Al respecto dice Bataille: Sólo una muerte espectacular, operada en unas condiciones que la gravedad y la colectividad de la religión determinan, es susceptible de revelar lo que habitualmente escapa a la atención.
[Más adelante afirma:] El objeto [victima] se identifica con la discontinuidad, y la experiencia mística, en la medida en que tenemos la fuerza para operar una ruptura de nuestra discontinuidad, introduce en nosotros el sentimiento de la continuidad. Lo introduce por otros medios que el erotismo de los cuerpos o que el erotismo de los corazones.
Es en base a estas tres categorías del erotismo, que el eufemismo pequeña muerte va tomando forma.

IV. La pequeña muerte de Bataille.

Looks like freedom but it feels like death/
It´s something in between, I guess/
It´s closing time//
Closing time. Leonard Cohen.

La búsqueda erótica del hombre lo lleva a toparse con el orgasmo, y es en este momento donde el sujeto atisba la puerta entreabierta de la muerte. Bataille concibe al orgasmo como algo inefable, le da características místicas; el hombre sólo puede sentir el placer del orgasmo, más no lo puede expresar en palabras, y cuando trata de hacerlo, en realidad balbucea.
El propio Bataille a través de su veta literaria y poética realizó el esfuerzo de captar las sensaciones que despierta la pequeña muerte, así lo testifican textos como Historia del ojo, Lo imposible o El abad C. Dichas obras están cargadas de alusiones a la reflexión erótica de Bataille. Leer estas obras literarias sin el respaldo o bagaje filosófico del pensamiento de Bataille representa un mero lavarse la cara, y no, un zambullirse de lleno en sus eróticas aguas turbias.


 Aunque quizás él mismo sintió que no logró del todo captar las intermitencias de la pequeña muerte, porque en su ensayo La felicidad, el erotismo y la literatura (2001) muestra gran entusiasmo por la obra Sentido plástico de Malcom de Chazal (1902-1981), lo dice así:

Malcom de Chazal acaso sea el único que en la actualidad le ha dado una expresión convincente a la felicidad de la sensualidad. (Bataille, 2001 a: pág. 92)
El entusiasmo de Bataille hacia Malcom de Chazal se debe a que, según Bataille, el autor de Sentido plástico hizo algo admirable: acercarse demasiado a lo inefable del erotismo. Pero su entusiasmo no es gratuito; basta con ver como describe Malcom de Chazal al orgasmo, a la pequeña muerte:

La voluptuosidad que desencarna parcialmente, es una resurrección en miniatura. La muerte es acaso un espasmo que se prolonga en el más allá, como el primer grito del niño se emparienta con el grito de placer en su punto más alto. (…)
La voluptuosidad es la muerte en miniatura, el nacimiento lo es en grande, y la vida de punta a punta. (…)
La voluptuosidad convierte a la médula espinal en su solo dedo capaz de acariciar el cerebro desde adentro. (…) (Bataille, 2001 a: 95-96)

Es por este tipo de descripciones que Bataille no se cansa de elogiar el trabajo de Malcom de Chazal. En el ensayo La felicidad, el erotismo y la literatura, Bataille dice lo siguiente:

No se si es útil subrayar que tales frases alcanzan la cima de las posibilidades verbales: los místicos quizá nunca lograron en la descripción de sus éxtasis esta sutileza embriagada tocando con rápida precisión un punto sensible, el punto donde la sensibilidad se invierte. (Bataille, 2001 a: pág. 97)

El orgasmo como experiencia mística se erige como el punto donde el erotismo y lo religioso cruzan sus caminos. La pequeña muerte sirve de anfitriona en el banquete donde La Santa y El Voluptuoso se ven las caras. [iv]

Para entender y describir el orgasmo, y con ello comprender mucho mejor el erotismo (sexualidad humana) se necesita de una cosa: estar abierto a una experiencia religiosa, entendida como una experiencia totalmente interior, personal. Porque después de todo es nuestra nostalgia ontológica la que queremos calmar.  Este concepto de experiencia interior es la bisagra que faltaba para, ahora sí, remachar la puerta que da paso a la continuidad perdida. Si ya se tiene el medio idóneo (estar inmerso en un erotismo de corazones o en un erotismo sagrado) sólo falta tener la disposición necesaria para dejar que todo, a partir del orgasmo, fluya a su lugar de origen. Para lograr atisbar la continuidad, el ente discontinuo debe tener un talante muy específico, y al igual que aquél que espía por una cerradura, debe de contar con el suficiente sigilo como para no arruinar el show. El arrobo  de la continuidad perdida sólo inunda al ente que esté abierto a vivir la experiencia  ontológica interior.  En su texto Lo imposible Georges Bataille aborda, un poco crípticamente, el talante de la experiencia interior:

Esa región de las muchachas que va de la rodilla a la cintura y que responde violentamente a la espera, nos responde como el inaprehensible pasaje de una rata. Lo que nos fascina es vertiginoso: la insipidez, los repliegues y la cloaca tienen la misma esencia ilusoria que el vacío de un abismo en el que se va a caer. El vacío también me atrae, si no no tendría vértigo – pero muero si caigo; ¿y qué otra cosa puedo hacer en un vacío sino caer en él?- si sobreviviera a la caída, verificaría la inanidad del deseo, como mil veces lo he hecho con la “pequeña muerte”.
Con toda seguridad, y de manera instantánea, “la pequeña muerte” agota el deseo, (lo suprime) y nos pone en el estado de un hombre al borde de un abismo, tranquilo, insensible al hechizo del vacío. (Bataille, 2000 b: 43)

Al revisar todo este asunto del erotismo y de la experiencia interior como requisito necesario para ver a la pequeña muerte a los ojos, sale a la luz la siguiente pregunta: ¿Hoy en día tenemos el elemento necesario para comprender el erotismo según lo entiende el francés George Bataille?


Conclusión: ¡Como lo vio en TV! : El erotismo vulgarizado.
El sexo vende. Es común escuchar que vivimos en una sociedad donde reina el sexo. Día a día nos topamos con imágenes que se vanaglorian de ser eróticas. Y a raíz de este bombardeo, se nos ha hecho creer que somos más abiertos ante la sexualidad humana, que hemos logrado una mejor comprensión del erotismo. Paremos un momento y reflexionemos sobre lo anterior. ¿En verdad comprendemos mejor el erotismo?... Yo creo que no.
Más que comprender  todo lo que implica el erotismo, lo que hemos hecho  es vulgarizarlo. La sobre-exposición, el manoseo del que ha sido victima el erotismo ha terminado por desgastarlo. Y debido a esto, es que al toparnos con un pensamiento como el de Bataille todo nos parezca extraño. ¿Erotismo y religión? eso es o una blasfemia o una desviación (¡quizás ambos!)  El erotismo —clamamos nosotros— es lo sexual empaquetado al alto vacio y distribuido a todos nuestros hogares: ondas radiofónicas, papel, cable... erotismo wireless; el erotismo está en el aire.
El erotismo —decimos con la ceja levantada— es el lado bonito de lo sexual. Son eróticos los esbeltos cuerpos que danzan el coito. [v] 
En cambio, como se ha visto, para Georges Bataille el erotismo hunde sus raíces no en lo corporal, sino en lo ontológico-religioso. Para Bataille el verdadero erotismo es aquel que mueve las más profundas fibras del sujeto.

El erotismo real, no falaz o insípido (Bataille dixit.), es aquel que le permite al hombre atisbar por los entresijos de la muerte.
La verdadera pequeña muerte envuelve al hombre en un éxtasis religioso, que lo hace reflexionar sobre su existencia y la finitud de ésta. En la secuencia de los espasmos el hombre lee, cual código Morse, vida-muerte-muerte-vida-vida-muerte. Un S.O.S que nadie responde, porque en realidad ha nadie va dirigido. Bataille dice:

La violencia del placer espasmódico se halla en lo más hondo de mi corazón. Al mismo tiempo, esta violencia -me estremezco al decirlo- es el corazón de la muerte: !se abre en mí¡ (Bataille, 2007: pág. 37)

Para comprender esa violencia es requisito indispensable estar abierto a la experiencia religiosa, la experiencia interior, a lo imposible [vi]  como le llega a llamar el propio Bataille; ¿esa apertura se da en nuestros días? NO.  En un escrito titulado Lo sagrado en el siglo XX -recogido en el libro La oscuridad no miente-, Bataille habla de esta pérdida de lo religioso que se da en nuestros días:

En principio, resulta paradójico y, sobre todo, muy difícil hablar de lo sagrado en una época donde, en resumidas cuentas, dentro de la vida común de la humanidad, ya sólo tiene un lugar menor, casi insignificante(...) Hace poco, se edificaban santuarios en cuyo interior aún tenemos nosotros una fuerte impresión de lo sagrado. Pero las iglesias construidas hoy no dan la misma impresión. Comparadas con las de la Edad Media, les falta algo; así nos lo parece. Los arquitectos actuales construyen bancos, grandes almacenes, asilos, casas de alquiler; dentro de esos límites, conocen su negocio. Si se trata de construir una iglesia --y una iglesia es exactamente un sitio sagrado-- carecen entonces de la inspiración necesaria. (Bataille, 2001 b: 83)

Aunque en esta cita, Bataille ponga el ejemplo de la pérdida de lo sagrado en tanto que una edificación sin ninguna inspiración más allá de los materiales que la tienen en pie, nosotros podemos extender los alcances de la comparación hasta el erotismo.
Al dejar en segundo o tercer plano el sentimiento religioso (entendido como experiencia interior y no como dogma) el hombre ha desvirtuado la búsqueda erótica. Al igual que las iglesias-banco-almacén de hoy, el erotismo ha pasado a ser una mercancía, o peor aun una meta-mercancía: El sexo vende, entonces todo se oferta en base a lo sexual. Ante esta situación, no debe extrañarnos que hoy en día, la respuesta cotidiana a ¿qué es el erotismo? sea: es la programación televisiva que comienza a rodar después de las 11 pm.



Bibliografía.
Bataille, Georges. (2000 a) El Abad C.  Ediciones Coyoacán, México, D.F.
______________. (1997) El erotismo. 7° edición, traducción de Antoni Vicens. Tusquets Editores, México.
______________. (2005) Historia del ojo. Ediciones Coyoacán, México, D.F.
______________. (2001a) La felicidad, el erotismo y la literatura. Ensayos 1944-1961. Ediciones Adriana Hidalgo, Argentina.
______________. (2001b) La oscuridad no miente. Textos y apuntes para la continuación de la Summa ateológica. Selección, traducción y epílogo de Ignacio Díaz de la Serna. Editorial Taurus, Bogotá.
______________. (2007) Las lágrimas de Eros. Traducción de David Fernández. Tusquets Editores. Barcelona, España.
______________. (1999) Lo Arcangélico y otros poemas. Traducción de Pilar Ruiz Va. Editorial Visor, Madrid.
______________. (2000 b) Lo imposible.  Ediciones Coyoacán, México, D.F.
Elizondo, Salvador. (1985) Farabeuf. Joaquín Mortiz, México, D.F.
_______________. (2000) Georges Bataille y la experiencia interior, recogido dentro de libro, Teoría del Infierno. FCE, México, D.F.
García, Francisco Javier. (2008) Erotismo, Teología y Modernidad. A Propósito de la obra de Georges Bataille. Revista Eje central #22  Abril-Mayo 2008. Págs. 16-18.


[i] Este tipo de erotismo es la clave para leer la novela erótica Historia del ojo, escrita por el propio Bataille. Sin el antecedente del erotismo de los corazones, Historia del ojo no pasa de ser una novela pornográfica (carnal), y no una erótica (búsqueda de la continuidad). Además el erotismo de los corazones (y el sagrado) se puede rastrear en la obra poética de Bataille; como ejemplo  estas dos citas de distintos textos. La primera de ellas proviene de  Lo Arcangélico y otros poemas. (Traducción de Pilar Ruiz Va. Editorial Visor, Madrid. 1999) (…) “tu boca sellada a mi boca / y tu lengua en mis dientes / la inmersa muerte te acogerá / caerá la inmensa noche / / Entonces habré hecho el vacío /en tu cabeza abandonada / tu ausencia estará desnuda / como una pierna sin medias  / / esperando el desastre / en que se extinguirá la luz / seré yo suave en tu corazón como el frío de la muerte. / / (El vacío, pág. 35)
Por otro lado en su texto Lo imposible (Bataille, Georges. Lo imposible.  Ediciones Coyoacan, México, D.F., 2000) Bataille aborda la relación que se da entre la poesía y el erotismo, tal como él entiende estos dos términos. De ahí la segunda cita: “Para la especie humana existe  una doble perspectiva: por un lado, el placer violento, el horror y la muerte –exactamente la perspectiva de la poesía y, en sentido opuesto, la de la ciencia o la del mundo real de la utilidad.” (Pág.14)

[ii] El escritor mexicano Salvador Elizondo tomó como base el erotismo sagrado para escribir su novela Farabeuf o la crónica de un instante. Dicha obra nació después de que Elizondo observara la imagen de la tortura china conocida como Legn-Tché o “los cien cortes”, que  viene en el libro Las lágrimas de Eros de Georges Bataille. Así lo comenta el propio Salvador  Elizondo en su texto Georges Bataille y la experiencia interior, que es parte de su libro, Teoría del Infierno (FCE, México, D.F. 2000. Pág 73 -77) Elizondo reflexiona sobre el pensamiento erótico de Bataille y entonces cierra su texto con la siguiente afirmación: La obra de Georges Bataille viene a poner puntos suspensivos a una de las afirmaciones más turbadoras de nuestra historia y de nuestra cultura.

[iii]  Aquí Bataille está pensando en la muerte ritual a la vieja usanza, es decir la muerte ritual de seres humanos, o de animales vivos que sucumbían en el éxtasis de un santo holocausto. Dicho éxtasis era compartido tanto por los directamente involucrados (victima-ofrenda, verdugos, sacerdotes, etc…) como por los espectadores del rito en turno. Conforme las sociedades avanzaron en el tiempo, y los usos y costumbres tomaron un cariz más civilizado (quizás Bataille atacaría este punto, pero sin entrar en polémicas espero darme a entender) las muertes rituales se matizaron a través de simbolismos más refinados. Así hoy en día no se crucifica a nadie cada Semana Santa, sino que se representa teatralmente lo acontecido durante los últimos dias de Jesucristo. Igual podemos sacar a colación que en las iglesias no se come ninguna carne viva ni se bebe sangre caliente alguna, sino que se han adoptado rituales donde se simboliza lo anterior. En un plano más frívolo y festivo, también hay que recalcar que por más que una piñata se parezca al Diablo, no es ni por asomo el demonio en carne y hueso; o mejor dicho en cartón y engrudo. De esta manera Bataille ve como al atenuarse lo violento, lo apabullante y sorpresivo de la muerte ritual, el sentido de lo sagrado y la visión de continuidad que de esto emanaba, también se ha visto diluido. Más adelante se explicará un poco más este punto.

[iv] Con estos dos personajes, Bataille ilustra el objetivo de su reflexión sobre el erotismo: “La santa se aparta con horror del voluptuoso: ignora la unidad de las pasiones inconfesables de este último y de las suyas propias. Sin embargo, es posible buscar la cohesión del espíritu humano, cuyas posibilidades se extienden desde la santa hasta el voluptuoso.” (Bataille, 1997: pág. 15)

[v] Esto se puede ejemplificar con la distinción que hay entre una película erótica y una película pornográfica. La película erótica es aquella donde no se muestran los genitales de los individuos, y en este tipo de producciones, más que mostrar un acto sexual (penetración, sexo oral, etc...) lo que se hace es una coreografía que simula o da a entender que los personajes sostienen una relación sexual.
En cambio en la pornografía lo importante es mostrar abiertamente lo genital y sus distintas  actividades. Cualquier otra cuestión (trama, ambientación, estética) es dejada de lado. Está  por demás decir que ni la producción  erótica ni la pornográfica se acerca un ápice, al erotismo propuesto por Georges Bataille.

[vi] Dentro de su libro Lo imposible Bataille pugna por una poesía que se aleje de todo preciosismo, y que en su lugar tenga como objetivo captar aquello que es inefable: el orgasmo, la violencia sexual, la voluptuosidad. Entonces se puede afirmar que aquello que Bataille llama experiencia interior tiene su equivalente en la poesía en el concepto de lo imposible. Dice Bataille: “Me acerco a la poesía: pero para traicionarla.” (Bataille, 2000 b: 161)


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Para cerrar aquí estan dos canciones relacionadas con la pequeña muerte, aquella que cabe perfectamente en la frase del maestro Leonard Cohen que reza: ... parece libertad, pero se siente como la muerte.
Cafe Tacuba: La muerte chiquita. (Tomado del video usuario de youtube gera1979)
Leonard Cohen: Closing Time (Tomado de la página de youtube oficial del canadiense: LeonardCohen)