domingo, 23 de octubre de 2011

Reseña de Para un examen de sí mismo recomendado a este tiempo de Sören Kierkegaard.

Para un examen de sí mismo recomendado a este tiempo de Sören Kierkegaard fue una de las las novedades que la editorial Trotta presentó durante este año, y no está de más darle un vistazo.


La obra de Kierkegaard, este ¿filósofo?, ¿ teólogo?, ¿escritor?, ¿poeta? danés se puede dividir de manera general en dos rubros: a) la obra seudónima b) la obra firmada con puño, letra, pero sobre todo con nombre propio. La obra seudónima es la que más se difunde y se lee. Textos como Temor y temblor y (sobre todo) El diario de un seductor se pueden conseguir sin ningún problema, en distintas presentaciones y formatos. Se encuentran al alcance de conocedores y no conocedores. De hecho estoy seguro que la gran mayoría de los lectores kierkergaardianos se inician (como fue mi caso) con textos seudónimos -aun cuando no siempre estemos al tanto del doble juego de Sören-. Vemos el apellido Kierkegaard en la portada y con eso nos basta para (creer) saber quien es el autor. La fiesta de disfraces que es la obra seudónima de Kierkegaard rara vez tiene -de manera accesible- una contraparte.

Aquí es donde entra a escena la edición de Para un examen de sí mismo recomendado a este tiempo que, a mediados de este año, lanzó la editorial madrileña Trotta. Este libro recoge tres discursos edificantes que Kierkegaard tenía planeado leer entre la primavera y verano de 1851, y que por cuestiones de salud (el danés estaba a cuatro años de su muerte) no pudo presentar en público. Entonces se cambió la estrategia. Si bien no se pudo interpelar directamente a un escucha, se optó por encarar a algún posible lector. Para lograr esto los tres discursos se agruparon en un sólo texto que vio la luz el 10 de septiembre del mismo 1851. El cambio de estrategia fue todo un éxito. Para un examen de... fue todo un suceso en ventas y se convirtió en uno de los textos más populares de Kierkegaard. De hecho este conglomerado de discursos fue uno de los pocos textos que Kierkegaard pudo ver re-editado (apenas al año siguiente de su aparición) en vida.
Pero este éxito editorial lo podemos encasillar como un suceso local y temporal a la vida del autor, ya que con el paso de los años, fue la obra seudónima la que cobró más fuerza y alcance. Los textos que cuentan con la rubrica del danés comenzaron a relegarse y a quedar como material solamente para interesados y conocedores.
Es por esto mismo que se agradece que una editorial tan respetada (pero también tan costosa) como Trotta se haya animado a publicar una obra religiosa (es decir no seudónima) de Kierkegaard a un precio accesible (ronda entre los 200 y los 170 pesos). Por una cantidad razonable (esto gracias a que el libro forma parte de la colección Mínima Trotta) se puede tener acceso a una edición y traducción de muy alta calidad, como a la que nos tiene acostumbrado Trotta, calidad que por cierto brilla por su ausencia en varias ediciones de obras seudónimas que rondan en el mercado.
Todo lo anterior se refiere al aspecto editorial del texto. En lo que respecta al contenido del libro, Kierkegaard despliega, sobre todo, dos cosas: Antes que nada hace gala de sus conocimientos sobre la Biblia, sobre el Cristianismo y la Cristiandad. Y así saca a colación, lo mismo a Martin Lutero que a algún pasaje oscuro de la Palabra o algún himno religioso perdido en la memoria de las Iglesias danesas. Pero además Sören echa mano de su estilizada, elegante y cautivadora prosa; prosa que lo hace digno del mote de "Digter" que en danés se refiere a aquél que escribe poéticamente, aun cuando nunca haya escrito un poema per se. Estos dos elementos (conocimiento religioso y prosa poética) son el signo distintivo de los tres discursos edificantes que dan cuerpo a Para un examen de... 


Si bien la punta de lanza es lo religioso, el aspecto filosófico de Kierkegaard también aparece, pero entre lineas. Así podemos rastrear la cuestión de lo subjetivo contra lo objetivo (piedra angular en el pensamiento kierkegaardiano) en todo el libro, pero de manera especial en el primer discurso dedicado a reflexionar sobre la Epístola de Santiago 1,22. Ahí Kierkegaard habla, entre otras cosas, de como lo importante de La Palabra es su aspecto subjetivo, es decir que La Palabra interpela al lector, es espejo donde el individuo debe mirarse a sí mismo. Pero, pero... Kierkegaard ve que este talante subjetivo ha perdido su lugar ante los embates de lo objetivo, del comentario erudito y la interminable exégesis, que termina por confundir al lector y lo hace mirar el espejo como un objeto. Entonces el individuo ya no mira su reflejo sino que enfoca su atención en el puro espejo.

En el segundo de los discursos (Kierkegaard renegaría ante la palabra "sermón) dedicado a meditar sobre Los Hechos de los Apóstoles I 1,-11, podemos olfatear otro de los tópicos clásicos de Kierkegaard: su división entre lo que es el Cristianismo y su degradación, la Cristiandad. En este texto Sören hace hincapié en que Cristo, y con él el verdadero Cristianismo, es el camino angosto. Esto quiere decir que el camino cristiano está marcado, antes que nada, por el compromiso vital (lo religioso compromete, he ahí que su talante sea la seriedad) y por esto es que la incomprensión, la burla y la tentación siempre estarán rondando la vida del individuo singular. Para Kierkegaard a esta estrechez de camino se le ha encontrado un atajo: La Cristiandad. Ya no es necesario recorrer el camino angosto lleno de Temor y Temblor, porque el Cristianismo se convirtió en una cuestión de Estado. Una religión oficial, donde todos nacen cristianos, piensa Kierkegaard, es una autopista moderna, segura y con vista al mar que no lleva a ningún lado.

El último de los textos (el más corto de los tres) es el que a mi parecer ofrece más material filosófico para diseccionar. En este último discurso Kierkegaard tiene como motivo el día de Pentecostés y Los Hechos de los Apóstoles II 1, -11. A partir de este doble motivo Kierkegaard, después de hablar de la fe como morir -al mundo, habla de como el espíritu del mal se presenta y se despliega de diversas formas: aparece como el espíritu del mundo, el espíritu del tiempo y el espíritu de la humanidad. Hegel y su zeitgeist y su autoconciencia en despliegue duermen en el entrelineado de este discurso. Kierkegaard ve como un extravío (una pérdida de elevación) el que la humanidad se piense parte de un proceso teleológico racional que ella misma comanda. Para Kierkegaard dicho extravío es equiparable al de unos caballos de buenas maneras y excelente raza, a los que les falta quien los sepa conducir. Dice el danés:

Así sucede con nosotros los hombres. Oh, cuando pienso en mí mismo y en los muchos que he conocido, a menudo me he dicho con tristeza: aquí hay talentos y fuerzas y condiciones suficientes -pero falta el cochero. (Pág. 107) 

En la introducción del libro (pág 15), Andrés Roberto Albertsen (titular del equipo de traducción) nos dice como Eduard Geismar (un respetado estudioso de Kierkegaard) ve en Para un examen de... un compendio del pensamiento kierkergaardiano. Como bien dice el propio Albertsen dicha afirmación es decir mucho, sin decir nada. Si bien es cierto que dentro de los tres discursos se encuentran desperdigados muchos tópicos del pensamiento de Kierkegaard, estos se encuentran muy subordinados al estilo y motivo central de los textos: la predicación. Si quisiéramos moderar lo dicho por Geismar, podríamos decir que Para un examen de... es una muy buena introducción al aspecto religioso de Kierkegaard. Y aun así seguiríamos sin decir gran cosa. Por ahora dejemos las exageraciones a un lado. La mejor manera de rendir tributo a un autor, sigue siendo la invitación a leerlo.



Kierkegaard, Sören. Para un examen de sí mismo recomendado a este tiempo. Trotta, Madrid, 2011. 109 Págs. Traducción directa del danés, introducción y notas de Andrés Roberto Albertsen en colaboración con María José Binetti, et al)